Los empresarios alicantinos le ven las orejas al lobo y revisan a la baja sus perspectivas para 2022
Los empresarios de la provincia de Alicante afrontan con incertidumbre y mensajes contradictorios desde las principales instituciones económicas (probable recesión en septiembre, pero incremento de tipos; inflación disparada, pero previsiones optimistas del PIB…) la segunda parte del año 2022, y este escenario se empieza a notar en las perspectivas de las compañías alicantinas. Si hace un trimestre tanto la valoración de la situación como las expectativas a corto y medio plazo eran relativamente positivas pese a la inflación, ahora todos los indicadores muestran retrocesos.
Así lo recoge la oleada del segundo trimestre del Observatorio de la Expectativa Empresarial (OEXA), elaborado por el Observatorio Económico de Alicante y la Unión Empresarial de la Provincia de Alicante (Uepal), que cada trimestre publica en exclusiva Alicante Plaza (que además forma parte del panel de empresas encuestadas). En este sentido, los autores del estudio, José Antonio Trigueros y Juan Seguí, resumen el análisis de los resultados en que los empresarios ya «le ven las orejas al lobo», lo que modera todas las previsiones que tenían hace un trimestre.
Principales preocupaciones de las empresas
De entre las preocupaciones de los empresarios, cabe destacar que el covid sigue perdiendo peso y más del 40% considera que no volverá a ser un problema, aunque un 28% admite la posibilidad y un 24% lo ve probable o seguro. El impacto de la guerra de Ucrania se juzga malo o muy malo sin apenas excepciones, y los elementos derivados de esta crisis que más afectarán a la actividad de las empresas son las consecuencias de la inflación en el consumo y el precio de la energía.
Seguí destaca al respecto que «la energía es la principal preocupación de las empresas de la provincia, por encima del resto de derivadas de la guerra y de la dificultad para encontrar materias primas». En cuanto a los vaivenes en el estado de ánimo de los empresarios y el hecho de que el impacto de la crisis no se haya notado de forma clara en el OEXA hasta el segundo trimestre, considera que «antes las crisis eran más largas y espaciadas en el tiempo, ahora los picos se producen con más frecuencia y duran menos, y nos estamos acostumbrado a esta dinámica«.
La valoración del papel del Gobierno en la situación económica se valora entre regular y mala en el 90% de los casos, y más de la mitad de los encuestados señala que la inflación afecta directamente a su negocio bastante o mucho, mientras que el 75% se ve impactado bastante o mucho por el precio de la energía. Con respecto a la fiscalidad, los empresarios perciben que es alta con respecto a la media (67%) y que la subida de tipos es una medida que no debe considerarse de forma aislada (52,5%).
Facturación, inversión y empleo
En este escenario, son pocas las empresas que se atreven a pronosticar que sus ingresos aumentarán en los próximos doce meses (9%), mientras el 50% vaticina que se mantendrán estables y el resto teme que retrocederán. Solo un 28% de los empresarios tiene previsto realizar inversiones a medio y largo plazo (frente al 37,5% del trimestre anterior) y solo un 19% se plantea incrementar su plantilla a corto plazo. «Es evidente que vamos hacia un momento de contracción en todos los niveles», señalan los autores.
El director del Observatorio, José Antonio Trigueros, advierte de que aún con «los mayores estímulos monetarios desde la II Guerra Mundial», los indicadores de actividad industrial (PMI) adelantados «son muy malos». El Banco Central Europeo «solo tiene un mandato, controlar la inflación, y no lo ha hecho», critica. Trigueros llama la atención sobre la depreciación del euro frente al dólar, y considera que nos podríamos estar dirigiendo hacia una ‘depreflación‘, un escenario de crisis realmente dura en 2024. «Solo cabe subir los tipos muy rápido y aún así llegar tarde al nivel de Estados Unidos, o seguir quietos y entrar en una inflación permanente».
Cautela pero con cierto optimismo
El vicepresidente de Uepal, César Quintanilla, por su parte, analiza que «tantos mensajes negativos que se reciben sobre la crisis que nos dicen que va a empezar en septiembre, unido a la alta inflación, hace que los empresarios estemos cautelosos, y eso frena la inversión». Sin embargo, Quintanilla matiza que «el sentir mayoritario es que la crisis no va a ser tan grande como se está advirtiendo, aún hay cierto optimismo».